Sobek

Permítanme compartir con ustedes, apreciados lectores, la fascinante historia de Sobek, el dios cocodrilo de los ríos y la fertilidad, cuya existencia divina ha sido esculpida por los siglos en los misteriosos rincones del antiguo Egipto.

Desde mi nacimiento, supe que mi destino estaba ligado a las profundidades de los ríos que surcan la tierra. Hijo de Neith, la diosa de la caza, y de Sebek, el dios cocodrilo, llevaba en mi esencia la herencia divina de ser el patrón de las aguas y el guardián de la fertilidad que bendice los campos y valles.

Como dios cocodrilo de los ríos, mi presencia divina se hacía sentir en cada cauce y corriente de agua que fluye por el antiguo Egipto. Los habitantes de las aldeas y las ciudades me veneraban como el protector de las aguas y el proveedor de la fertilidad que aseguraba la prosperidad de sus cultivos.

Recuerdo con cariño una de mis aventuras más memorables, cuando me vi envuelto en un conflicto con el dios Horus, el señor del cielo. La rivalidad entre ambos amenazaba con desencadenar una guerra en los reinos divinos, y mi papel como pacificador y mediador era esencial para evitar el derramamiento de sangre.

Con temple y sabiduría, escuché las voces de ambos dioses, comprendiendo las razones de su conflicto y los anhelos que los movían. Con la serenidad de las aguas que fluyen, propuse un acuerdo que honrara sus deseos y protegiera el equilibrio de la creación.

Mi intervención no solo resolvió el conflicto, sino que también fortaleció mi reputación como el dios cocodrilo sabio y pacífico. A partir de entonces, mi presencia era requerida en los consejos y asambleas de los dioses, donde mi voz resonaba con autoridad y respeto.

Además de mi papel como dios de los ríos, mi figura también se convirtió en un símbolo de fertilidad y protección en la tierra de Egipto. Los agricultores me invocaban para bendecir sus sembradíos y asegurar la abundancia de las cosechas que sustentaban a la población.

Recuerdo con cariño una de mis más grandes hazañas: la creación de los fértilos campos del delta del Nilo. Con mi poder divino, modelé las tierras y moldeé los ríos, asegurando que la fertilidad fluyera por cada rincón de la región y que los campos fueran un vergel de prosperidad y abundancia.

Mi figura divina también se entrelazaba con la protección y la fortaleza. Los navegantes me invocaban antes de partir en sus travesías por las aguas del Nilo, confiando en mi protección para asegurar su regreso seguro a casa.

Asimismo, mi habilidad para preservar el equilibrio y la armonía en la naturaleza también se manifestaba en el ciclo de la vida y la muerte. Los rituales funerarios se realizaban con devoción y reverencia, y yo, como guía de las almas, velaba por su seguridad y bienestar en el más allá.

Con el paso del tiempo, mi figura divina se expandió más allá de las fronteras de Egipto, llevando mi nombre y mi leyenda a tierras lejanas, donde se me conocía como Sobek en Egipto, Sobek en la antigua Grecia y Sobek en la antigua Roma.

En cada cultura y civilización, mi esencia divina adoptaba diferentes formas y atributos, pero mi propósito como el dios cocodrilo de los ríos y la fertilidad permanecía inmutable, bendiciendo y protegiendo a la humanidad bajo mi poderosa mirada.

Con el paso de los siglos, mi figura divina perduró en la memoria de la humanidad como el sabio dios que custodia las aguas y bendice la tierra con fertilidad.

Espero que mi relato os haya conmovido y cautivado, y que mi historia perdure en vuestros corazones como un recordatorio de la importancia de la fertilidad y la protección en el delicado equilibrio de la vida.

Con afecto,

Sobek, el dios cocodrilo de los ríos y la fertilidad.

Fuente: Tedigoquien.soy