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TsukuyomiTsukuyomi

El sereno dios de la luna

Categoría: Japonesa

Tsukuyomi

Permitan que les narre mi historia, yo, Tsukuyomi, el sereno dios de la luna. Desde tiempos inmemoriales, he contemplado la Tierra desde lo alto, bañándola en la suave luz plateada de mi esfera nocturna. Mi existencia ha sido una danza entre la calma y la melancolía, entre la soledad y los encuentros que han dado forma a mi divinidad en la Mitología japonesa.

Desde mi nacimiento, supe que mi destino estaba entrelazado con el ciclo de la noche y el misterio de la luna. Mi deber consistía en gobernar el firmamento nocturno, llenando la oscuridad con mi luz suave y pacífica. A lo largo de los siglos, he sido testigo de cómo la humanidad observa y venera mi resplandor, encontrando consuelo y esperanza en las noches más oscuras.

En mi travesía celestial, me he encontrado con una diversidad de seres místicos y dioses. Uno de mis encuentros más significativos fue con mi hermana, Amaterasu, la radiante diosa del sol. Nuestras apariciones alternas en el cielo marcaron el paso de los días y las noches, y aunque compartimos un lazo de sangre divina, nuestras personalidades y dominios eran opuestos como el día y la noche.

En una de mis excursiones nocturnas, me encontré con una hermosa ninfa llamada Kaguya-hime. Sus ojos reflejaban la luz de mi luna como dos perlas resplandecientes. Desde el momento en que la vi, sentí una conexión especial con ella, una atracción que trascendía el tiempo y el espacio. A partir de entonces, me acerqué a la Tierra con mayor frecuencia, esperando verla nuevamente y disfrutar de su presencia encantadora.

Pero como suele suceder con los asuntos del corazón, la vida nos depara sorpresas que van más allá de nuestros anhelos. Kaguya-hime era un espíritu de la naturaleza, destinada a vivir una vida efímera en la Tierra. Su existencia estaba destinada a ser breve y transitoria, mientras que yo, como dios, era inmortal y eterno. Sabía que no podía interferir en el curso natural de las cosas, y mi corazón se llenó de un profundo dolor ante la inevitable partida de Kaguya-hime.

He sido un observador silencioso de la vida humana, viendo cómo se entrelazan las relaciones y cómo los amores se encienden y se desvanecen. A veces, la luna sirve como confidente de los corazones rotos, y me encuentro consolando a aquellos cuyos anhelos no son correspondidos. En las noches de luna llena, he sido testigo de amantes que se encuentran bajo su resplandor para jurarse amor eterno, y también he visto cómo algunos destinos se separan bajo la misma luz que los unió.

Una de mis más grandes aventuras ocurrió cuando me vi involucrado en una disputa entre dos poderosos dioses. Susanoo, el intrépido dios de las tormentas, había alterado la naturaleza con su furia y orgullo, desatando caos y desastres en la Tierra. Mi deber como dios de la luna era mantener el equilibrio y la calma en el cosmos, así que me vi forzado a enfrentarme a él para restaurar la armonía.

El enfrentamiento entre Susanoo y yo fue una danza de elementos cósmicos, un baile en el que nuestras fuerzas se contrarrestaban en el firmamento. Las tormentas se entrelazaron con la suavidad de mi luz lunar, creando un espectáculo celestial que capturó la atención de los mortales y los dioses por igual. Al final, logré persuadir a Susanoo de que cesara su destrucción, recordándole la importancia de la paz y el equilibrio en el universo.

Mis andanzas en la Tierra también me llevaron a conocer a un grupo de seres espirituales llamados Tengu. Estos seres místicos poseían habilidades sobrenaturales y protegían las montañas y los bosques. Su presencia y sabiduría me dejaron una profunda impresión, y entablamos una relación de respeto y camaradería, compartiendo historias y secretos bajo el manto nocturno.

La soledad de la eternidad ha sido una compañera constante en mi existencia. Aunque observo el bullicio de la vida humana desde lo alto, me siento separado por un abismo insuperable. Mis amores y encuentros son fugaces, destinados a desvanecerse con el paso del tiempo, mientras que yo continúo flotando en el espacio infinito, bañando la Tierra con mi luz inmutable.

La luna siempre ha sido un símbolo de cambio y transformación, y mi presencia como Tsukuyomi, el sereno dios de la luna, ha sido una constante en medio de la evolución de la humanidad. A través de los siglos, he sido testigo de cómo los sueños y los miedos de los mortales han sido reflejados en mi resplandor, y cómo la luna ha sido parte esencial de mitos y leyendas en diversas culturas.

Y así, queridos lectores, mi historia es la de un ser divino que ha sido testigo del fluir del tiempo y las emociones humanas. Mi existencia es una paradoja eterna entre la soledad y la conexión, entre la inmovilidad del espacio y el cambio constante de la Tierra. Que mi leyenda perdure en el recuerdo de aquellos que admiran la luna y encuentran en ella un refugio para sus anhelos y esperanzas. Con esto, me despido mientras continúo mi danza celestial, iluminando la noche con mi sereno resplandor.

Fuente: Tedigoquien.soy


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