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La diosa del arte de tejer

Categoría: Maori

Kahu

Soy Kahu, la diosa del arte de tejer, y mi historia es una mezcla de descubrimiento, lucha interna, secretos y decepción. Desde mi nacimiento, supe que estaba destinada a un destino especial. Mi madre, una hábil tejedora, me enseñó los secretos de su oficio y me transmitió el conocimiento ancestral de nuestra comunidad maorí.

Desde temprana edad, mostré un talento innato para tejer. Mis manos parecían tener vida propia, creando intrincados patrones y bellas obras de arte. Mi madre me miraba con orgullo y decía que había nacido con el don de comunicarme con los hilos y las fibras, y que debía honrar este regalo como una bendición divina.

Con el tiempo, mi habilidad como tejedora se convirtió en algo más que un talento. Para mí, tejer se volvió una forma de expresar mi alma y de conectarme con el mundo que me rodeaba. Cada hilo que pasaba entre mis dedos llevaba consigo una parte de mí, una emoción, un sueño, una esperanza.

Mi arte comenzó a ser reconocido en toda la comunidad. Las tribus maoríes me buscaban para encargarme trabajos especiales, y mi fama como tejedora creció rápidamente. Pero, a pesar del reconocimiento externo, sentía una lucha interna en mi corazón.

Me sentía dividida entre mi pasión por el arte de tejer y las expectativas de mi comunidad. En el mundo maorí, las mujeres tenían roles establecidos y responsabilidades asignadas. El arte de tejer era considerado una labor femenina, pero se esperaba que también desempeñáramos otras tareas más tradicionales y rutinarias.

Por un lado, amaba tejer y quería dedicar mi vida a esta forma de arte. Pero por otro, sentía la presión de cumplir con las expectativas sociales y las responsabilidades impuestas a las mujeres de mi comunidad.

En medio de esta lucha interna, decidí buscar respuestas en los antiguos rituales y creencias de nuestros ancestros. Me dirigí al santuario sagrado en lo profundo del bosque, donde se decía que los dioses y diosas de nuestra mitología se manifestaban para guiar a los mortales.

En ese lugar sagrado, me encontré con Tāne Mahuta, el poderoso dios del bosque y la vegetación. Él escuchó mi dilema y me aconsejó que siguiera mi corazón y que no dejara que las expectativas ajenas dictaran mi destino. Me recordó que el arte de tejer era una forma de comunicarme con los dioses y expresar mi alma, y que al honrar mi don, estaría honrando a los dioses mismos.

Alentada por las palabras de Tāne Mahuta, regresé a mi comunidad con una nueva determinación. Decidí que no permitiría que las expectativas de otros limitaran mi pasión y mi arte. A partir de entonces, me entregué por completo al tejer, dedicando cada fibra de mi ser a la creación de hermosas obras que hablaban de amor, esperanza y conexión con la naturaleza.

La fama de mis creaciones se expandió más allá de las fronteras de nuestra comunidad. Los mercaderes llegaban desde tierras lejanas para adquirir mis tejidos y llevarlos a otras tierras. Mi arte trascendió las barreras culturales y se convirtió en una expresión universal del talento y la belleza.

En mi aislamiento, encontré consuelo y refugio en mi arte. Cada tejido que creaba era un lienzo donde plasmaba mis emociones más íntimas y mis sueños más profundos. Me sentía libre y completa cuando estaba tejiendo, como si estuviera danzando en armonía con el universo.

Pero, a medida que mi fama crecía, también crecían las expectativas y las demandas. Me encontré atrapada en un torbellino de solicitudes y compromisos, y poco a poco, mi pasión se convirtió en una carga. Ya no teía por amor al arte, sino por cumplir con las expectativas de los demás.

Me sentía agotada y desilusionada, perdida en un mar de demandas y expectativas ajenas. Mis tejidos ya no reflejaban mi alma, sino los deseos y gustos de los demás. La esencia misma de mi arte se había perdido en la vorágine de la fama y el reconocimiento.

En mi desesperación, volví al santuario sagrado en busca de respuestas. Me refugié en los brazos de Tāne Mahuta y derramé lágrimas de frustración y tristeza. Él me recordó que el arte era una expresión del alma y que debía tejer con pasión y autenticidad, sin dejar que las expectativas externas nublaran mi visión.

Fue en ese momento de introspección que entendí que el verdadero valor de mi arte radicaba en la conexión con mi esencia, con mi comunidad y con la naturaleza que me rodeaba. Decidí volver a tejer por amor al arte, sin preocuparme por el reconocimiento o la fama.

Desde entonces, encontré una nueva paz y equilibrio en mi vida. Mis tejidos volvieron a reflejar mi alma y mi pasión, y mi arte volvió a ser apreciado por su autenticidad y belleza.

La historia de Kahu, la diosa del arte de tejer, es una de descubrimiento, lucha interna, secretos y decepción, pero también de redención y autenticidad. A través de mi viaje, aprendí la importancia de honrar nuestros dones y expresar nuestra verdad interior sin dejar que las expectativas externas nos definan.

Hoy en día, continúo tejiendo con pasión y dedicación, honrando mi alma y conectándome con la naturaleza que me inspira. Mi arte sigue siendo una forma de comunicarme con los dioses y con mi comunidad, transmitiendo la belleza y la esencia misma de lo que significa ser maorí.

Fuente: Tedigoquien.soy


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