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El dios de la belleza y la luz

Categoría: Nordica

Baldr

Mi existencia como Baldr, el dios de la belleza y la luz, se ha visto marcada por una dualidad constante. Por un lado, el resplandor de mi esencia divina ha inspirado admiración y reverencia en los corazones de los dioses y los mortales por igual. Mi luz ha iluminado los rincones más oscuros de los Nueve Mundos, llenando de esperanza y armonía aquellos lugares que estaban sumidos en la oscuridad y el caos.

Pero, por otro lado, esa misma luz que me ha otorgado belleza y poder, también ha sido el origen de mi mayor debilidad. Mi madre, Frigg, la diosa del amor y el matrimonio, consultó a todas las criaturas y elementos del cosmos para asegurarse de que nada podría hacerme daño. Sin embargo, olvidó preguntarle al pequeño muérdago, una planta aparentemente inofensiva. Y así fue como, en una cruel artimaña de Loki, el dios de la travesura, encontré mi perdición.

En mis sueños más profundos, veía visiones de un mundo en el que la belleza y la armonía reinaban sin oposición. En esa utopía, todas las criaturas vivían en paz y cada ser irradiaba la luz interna que lo hacía único y especial. Era un sueño sublime, un anhelo imposible que me impulsaba a esforzarme aún más para difundir mi luz por cada rincón del cosmos.

En mi camino divino, me encontré con numerosos encuentros y batallas. En una ocasión, mientras paseaba por los campos de Ithavoll, el arco iris se desplegó sobre mi cabeza, y me sentí en comunión con toda la naturaleza circundante. Cada flor y cada criatura me saludaba con reverencia, como si reconocieran mi destino divino.

Pero no todo fueron triunfos y glorias. Hubo ocasiones en las que mi luz no pudo penetrar las sombras que se cernían sobre los corazones de los seres. La envidia y la malicia brotaban en el interior de algunos dioses, oscureciendo sus almas y alejándolos de la armonía que tanto anhelaba. Me dolía presenciar cómo se desvanecían los lazos de hermandad y cómo la discordia se extendía entre los mismos dioses que compartían el trono de Asgard.

En una de las más importantes batallas que libré, enfrenté al astuto Loki. Su maligna artimaña con el muérdago me llevó al umbral de la muerte, sumiendo a todos los Nueve Mundos en un profundo luto. Fue una derrota dolorosa y angustiante, una prueba de la fragilidad de mi existencia divina.

Y así, me vi envuelto en la danza eterna de la vida y la muerte, la luz y la sombra, la belleza y la decadencia. Mi destino estaba entrelazado con el de los dioses y los mortales, y cada paso que daba resonaba en los hilos del destino que tejían la trama del cosmos.

A través de los años, encontré en la compasión y la humildad un refugio para sanar las heridas causadas por la traición y la envidia. Me di cuenta de que, aunque la belleza y el poder eran dones divinos, también debían ser ejercidos con sabiduría y empatía para no caer en la arrogancia y la indiferencia hacia los demás.

Me encontré con la sabia y misteriosa Völva, quien me advirtió de la sombra que se cernía sobre mi vida. Pero mi destino ya estaba sellado, y no podía evitar el desenlace fatídico que se avecinaba. En mi corazón, albergaba el anhelo de que mi luz pudiera trascender la oscuridad y perdurar en la memoria de los seres que había amado y protegido durante mi existencia divina.

En el crepúsculo de mi vida divina, reflexiono sobre la paradoja de mi existencia. Aunque la muerte me acecha en el horizonte, mi luz sigue brillando con intensidad, iluminando los corazones y las mentes de aquellos que encuentran consuelo y esperanza en mi presencia. Acepto mi destino con serenidad y gratitud, sabiendo que mi legado perdurará en los mitos y leyendas que narran mi historia.

Y así, me despido de los Nueve Mundos con una mezcla de alegría y melancolía. Mi paso por el cosmos ha sido breve pero trascendental, y me siento agradecido por haber compartido mi luz con los seres que tanto amo. Que mi luz siga brillando en sus corazones, recordándoles la belleza y la armonía que yacen en el interior de cada uno de ellos.

Mi historia llega a su fin, pero mi luz seguirá brillando en los rincones más profundos del universo, recordándoles que, incluso en la oscuridad más densa, siempre habrá un destello de esperanza y amor que iluminará el camino hacia la eternidad.

Fuente: Tedigoquien.soy


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