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El creador de la humanidad y la paz

Categoría: Africana

Obatala

Mi nombre es Obatala, y en las profundidades del tiempo inmemorial, fui conocido como el Creador de la Humanidad y la Paz en las tierras de África. Desde los rincones más remotos del cosmos, descendí a este mundo con el propósito de dar vida y forma a la humanidad, una especie que habría de poblar la tierra y caminar en medio de la belleza y la armonía. Pero mi camino no estuvo exento de desafíos, batallas y desamores que dejaron su huella en mi ser divino.

En los albores de la creación, luché contra fuerzas primigenias y caóticas que amenazaban con sumir al universo en el abismo eterno. Mi poder se enfrentó a la oscuridad y a las sombras que acechaban en los confines del cosmos. Fue una batalla titánica, donde el destino de la existencia misma pendía de un hilo. Pero con mi determinación inquebrantable, logré imponer la luz y el orden sobre la vastedad del vacío, y así se creó el firmamento con sus estrellas resplandecientes.

Como Creador de la Humanidad, mi siguiente tarea fue dar forma a los seres que habrían de habitar la tierra. Con mis manos divinas, modelé a los primeros seres humanos con arcilla y soplo divino. Les otorgué el don del pensamiento y la conciencia, y les enseñé los caminos de la sabiduría y la paz. Así nació la humanidad, una creación que llevaría mi esencia divina en su interior.

Con el tiempo, me embarqué en viajes por las tierras y mares del mundo, llevando mi mensaje de paz y armonía a todas las esquinas de la tierra. Me encontré con diversas culturas y civilizaciones, cada una con sus propias tradiciones y mitologías. Algunas me recibieron con reverencia y gratitud, mientras que otras me temieron y rechazaron, prefiriendo apegarse a sus dioses y creencias locales.

En uno de mis viajes, conocí a la diosa Oshun, una figura de asombrosa belleza y encanto. Su corazón era tan profundo como los océanos que ella gobernaba, y sus ojos eran tan brillantes como los rayos del sol sobre el agua. Nos unió una conexión instantánea, y compartimos momentos de amor y pasión. Pero nuestras naturalezas divinas nos separaron inevitablemente. Mientras yo era el Creador y la paz encarnada, ella representaba la pasión y la energía desenfrenada.

Nuestro desamor fue un torbellino de emociones encontradas. Aunque nos separamos, la chispa de nuestro encuentro nunca se apagó por completo, y nuestras energías se entrelazaron en la complejidad de la existencia. En el fondo, sabíamos que nuestros caminos eran distintos, pero nuestros corazones ansiaban encontrarse una vez más.

Mis viajes me llevaron a enfrentar desafíos que pusieron a prueba mi fortaleza y mi fe en la humanidad. Me encontré con tribus y civilizaciones en guerra, gobernadas por líderes sedientos de poder y dominio. Mi mensaje de paz y concordia chocó con la ambición y la crueldad de los hombres, y en ocasiones, me vi forzado a tomar medidas drásticas para proteger a los inocentes y restablecer el equilibrio.

En una de mis travesías, me encontré con el poderoso dios guerrero Oggun, cuyo temperamento indomable y espíritu guerrero chocaba con mi mensaje de paz. A pesar de nuestras diferencias, ambos compartíamos el deseo de proteger a los seres humanos y asegurar su supervivencia. Nos unimos en un pacto de paz y colaboración, trabajando juntos para defender a la humanidad de las fuerzas oscuras y proteger la armonía del mundo.

Pero incluso los dioses no están exentos de errores y tragedias. En uno de mis momentos de duda y desesperación, me encontré con la sombra de la destrucción y el caos, personificada en el titán Yoruba. Sus ojos ardían con la furia de mil soles, y su aliento era un vendaval de caos y destrucción. Me enfrenté a él en una batalla épica, donde los cielos se oscurecieron y la tierra tembló bajo nuestros pies.

El combate fue feroz y despiadado, pero sabía que el destino de la humanidad pendía de un hilo. Con cada golpe y embate, luché con todas mis fuerzas para evitar que la oscuridad prevaleciera sobre la luz. Fue una lucha titánica entre el orden y el caos, entre la paz y la destrucción.

Finalmente, logré prevalecer sobre Yoruba, sellando su esencia oscura en el corazón de la tierra. Pero la batalla dejó su huella en mi ser divino, recordándome que incluso los dioses están sujetos a la dualidad y el conflicto. Aprendí que la paz y la armonía son frágiles y preciadas, y que deben ser protegidas con valentía y sacrificio.

Mi historia como Obatala, el Creador de la Humanidad y la Paz, se encuentra entrelazada con las luces y sombras de la existencia. He enfrentado desafíos y batallas, he conocido el desamor y la pasión, y he experimentado la complejidad de la divinidad en un mundo humano. A través de los tiempos, mi esencia divina perdura en el corazón de aquellos que buscan la paz y la armonía en medio de la vastedad del universo.

Mis encuentros con dioses y mortales han dejado una huella imborrable en mi ser, recordándome la complejidad y el misterio de la existencia. A través de mis viajes y batallas, he aprendido que la verdadera divinidad no se encuentra en el poder y la grandeza, sino en la capacidad de amar, perdonar y proteger a los seres que habitan este mundo. Soy Obatala, el Creador de la Humanidad y la Paz, y mi historia se entrelaza con los hilos del tiempo y la eternidad.

Fuente: Tedigoquien.soy


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