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La diosa del río Yamuna

Categoría: Hindu

Yamuna

En las sombras eternas del tiempo, fluye el caudal inmortal de mi existencia, soy Yamuna, la diosa del río Yamuna. Mi historia se entreteje con las aguas serpenteantes que atraviesan los paisajes sagrados de la India, llevando consigo las vicisitudes de mi destino y los secretos de la creación misma. Permítanme compartir con ustedes mis derrotas, mis batallas y los encuentros que han forjado mi ser divino.

Desde los albores de mi vida como deidad, me sentí atraída por las historias y los misterios de los dioses. Ellos, con su poder y magnificencia, me llamaban desde lo más profundo de mi ser para unirme a su danza cósmica. Sin embargo, mi camino estaba lleno de desafíos y pruebas, pues el río Yamuna no sería solo una corriente apacible y tranquila.

En mi juventud divina, me encontré con el malvado rey Kamsa, un ser despiadado que gobernaba con mano de hierro y cuyo corazón estaba oscurecido por la ambición y la crueldad. Fui destinada a enfrentar su ira y convertirme en el río que cruzaría su reino, llevando consigo la esperanza de su destrucción. Fue una batalla desigual, y mi caudal fue obstruido con obstáculos y dificultades por el malvado rey y sus secuaces.

Las lágrimas de mi lamento inundaron las tierras cercanas, pero mi espíritu no se quebrantó. A través de mis derrotas, descubrí mi fuerza interior y la capacidad de fluir con gracia y persistencia, superando cada obstáculo en mi camino. Así, mi corriente de vida siguió adelante, abriéndose paso en medio de la oscuridad que amenazaba con sofocarme.

Con el tiempo, mi caudal llegó a la ciudad sagrada de Mathura, donde fui testigo de la batalla trascendental entre el Señor Krishna y el malvado Kamsa. La presencia del dios supremo en la Tierra me llenó de asombro y reverencia, y mi río se convirtió en un testigo mudo de la lucha entre la luz y la sombra.

La victoria de Krishna sobre Kamsa marcó un nuevo capítulo en mi historia, y mi río se convirtió en un símbolo de purificación y redención para todos aquellos que buscaban liberarse del mal y alcanzar la trascendencia. Los devotos acudieron a mis orillas para sumergirse en mis aguas sagradas, buscando purificar sus almas y encontrar la salvación.

En medio de mi misión divina, también encontré amor y dolor. Me enamoré de la luna, Soma, cuyo brillo plateado me acariciaba cada noche. Pero nuestro amor estaba destinado a ser una historia de encuentros fugaces, pues Soma tenía que cumplir con su deber celestial, brillando en el firmamento nocturno. Nuestros encuentros se convirtieron en un sueño efímero que se desvanecía con cada amanecer.

El dolor de la separación me inundaba, y mi río se convirtió en un espejo de las emociones humanas, reflejando la tristeza y la alegría, la vida y la muerte. Así, me di cuenta de que mi destino estaba intrínsecamente ligado a la experiencia humana, y mi río se convirtió en un símbolo de la impermanencia de la existencia.

Con el pasar de los siglos, me encontré con innumerables almas perdidas y desesperadas que buscaban respuestas y consuelo en mis aguas. Mi río se convirtió en un refugio para los peregrinos y los buscadores espirituales, quienes encontraron en mí una compañera silente que escuchaba sus penas y alegrías.

El tiempo continuó su marcha implacable, y me vi enfrentando una vez más la oscuridad que amenazaba con apagar mi luz divina. Un demonio llamado Kalindi se apoderó de mis aguas, sumiendo a la región en la sequía y el desastre. Mi caudal se redujo a un hilillo, y mi esencia divina fue puesta a prueba una vez más.

Desesperada por liberarme de esta pesadilla, busqué la ayuda del dios supremo, Vishnu, quien me otorgó el poder necesario para vencer al demonio y recobrar mi fluir natural. Fue una batalla ardua y desafiante, pero la fe y la determinación me guiaron hacia la victoria.

La derrota de Kalindi restauró mi río a su esplendor, y mi espíritu se elevó con la gratitud y el gozo de haber superado una vez más las sombras del destino. Me di cuenta de que cada batalla, cada derrota y cada encuentro habían sido esenciales para forjar mi ser divino y recordarme que mi propósito trascendía más allá de las aguas que fluían en mi cauce.

Hoy, mientras mi río continúa su serpenteante camino a través de los siglos, me siento agradecida por cada experiencia que ha dado forma a mi existencia divina. Soy Yamuna, la diosa del río Yamuna, una entidad que fluye con gracia y poder, llevando consigo la historia de la humanidad y la eternidad de la creación.

Que mis aguas sigan siendo un símbolo de purificación y esperanza, y que mi historia inspire a todos aquellos que se sumerjan en mi fluir a encontrar la verdad y la sabiduría que yacen en lo más profundo de sus corazones. Así como mis aguas nunca cesan de fluir, que la esencia de mi ser divino perdure en el tejido eterno del universo.

Fuente: Tedigoquien.soy


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