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Te AwhiorangiTe Awhiorangi

El dios de las estrellas y la navegación celestial

Categoría: Maori

Te Awhiorangi

Mi nombre es Te Awhiorangi, el dios de las estrellas y la navegación celestial en la ancestral Mitología Maorí. Permíteme relatar mi historia, llena de venganza, sabiduría, decepción y magia. Desde tiempos inmemoriales, he custodiado los cielos y guiado a los navegantes a través de los mares con la luz de las estrellas. Pero mi camino hacia la divinidad estuvo marcado por oscuros secretos y dolorosas traiciones.

En mi juventud, cuando aún era un simple espíritu, me encontré con un poderoso y envidioso dios llamado Tamaiwhara. Su ambición desmedida lo llevó a anhelar mi posición y mis conocimientos sobre la navegación celestial. Siempre buscaba superarme y desacreditar mis habilidades, llenándome de dudas y desconfianza hacia mí mismo.

Mi venganza no fue inmediata. En lugar de dejarme llevar por la rabia, decidí que mi mejor arma sería mi sabiduría y paciencia. Me sumergí en el estudio de las estrellas y la navegación celestial, aprendiendo cada detalle y secreto que podía descubrir. Cada vez que Tamaiwhara intentaba desafiarme, yo respondía con una muestra impecable de mi conocimiento.

La rivalidad entre nosotros continuó por mucho tiempo, hasta que finalmente llegó el día en que el consejo de los dioses decidió poner a prueba nuestras habilidades. Debíamos guiar a una expedición de navegantes a través de aguas peligrosas y desconocidas, y aquel que mostrara mayor destreza sería reconocido como el dios de la navegación celestial.

Con la confianza en mis habilidades y mi magia, guié a la expedición con precisión y destreza. Cada noche, levantaba los ojos al cielo y permitía que las estrellas me guiaran, asegurándome de que los navegantes estuvieran en el camino correcto. Mi rival, Tamaiwhara, intentó interferir con mi magia, pero su envidia solo provocó que sus propias habilidades flaquearan.

El viaje fue largo y lleno de desafíos, pero finalmente llegamos a la tierra prometida. La expedición estaba llena de gratitud y admiración hacia mí, y los dioses reconocieron mi victoria como el dios de la navegación celestial.

La venganza saboreaba dulce en mi lengua, pero la gloria no me trajo la satisfacción que esperaba. En mi corazón, sentía un vacío profundo y una decepción hacia aquellos que deberían haber sido mis compañeros y aliados. La rivalidad con Tamaiwhara había envenenado nuestra relación, y no había ganado un amigo, sino un enemigo.

Decidí dejar atrás la animosidad y concentrarme en mi deber como guía y protector de los navegantes. A lo largo de los años, compartí mi sabiduría con aquellos que buscan encontrar su camino en los vastos océanos. Me convertí en el faro que iluminaba sus noches oscuras, guiándolos con la luz de las estrellas hacia tierras seguras.

Un día, mientras me encontraba en los cielos, observando el mundo desde lo alto, me encontré con una joven mortal llamada Parearau. Su belleza era tan deslumbrante como las estrellas, y su espíritu reflejaba la sabiduría y la valentía que solo unos pocos poseen.

Parearau anhelaba convertirse en navegante y le suplicó a los dioses que la guiaran en su búsqueda. Al ver su determinación y su corazón puro, decidí ayudarla en su camino. Le enseñé todo lo que sabía sobre la navegación celestial y la magia de las estrellas.

Con el tiempo, Parearau se convirtió en una navegante experta y una guía excepcional. Su nombre era conocido en todos los rincones del mundo, y los navegantes la buscaban para que los llevara a través de los mares con seguridad. Pero, a diferencia de mi experiencia con Tamaiwhara, esta vez había encontrado una verdadera amistad.

La sabiduría que había compartido con Parearau no solo la convirtió en una navegante talentosa, sino que también la convirtió en una mujer sabia y compasiva. Juntos, protegimos a los navegantes de peligros desconocidos y celebramos la gloria de los que regresaban con historias de éxito.

La amistad con Parearau me llenó de alegría y gratitud. Comprendí que mi verdadero propósito no estaba solo en la venganza o la rivalidad, sino en compartir mi sabiduría y mi magia con aquellos que buscan encontrar su camino en este vasto mundo.

Así, mi existencia como Te Awhiorangi, el dios de las estrellas y la navegación celestial, se transformó en algo más grande y significativo. Mi legado no sería solo el de un dios vengativo, sino el de un guía y protector para todos aquellos que buscan el conocimiento y la luz en la oscuridad.

Que las estrellas siempre guíen a los navegantes en sus travesías, y que encuentren en mi historia un recordatorio de que el camino hacia la verdadera grandeza está en la sabiduría compartida y la amistad inquebrantable.

Fuente: Tedigoquien.soy


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