Talking God

En los recónditos parajes de la vasta América del Norte, donde la mirada del hombre blanco no había osado penetrar aún, se alzaba majestuoso el territorio de los apaches. Una tierra imbuida de misterio y leyendas, donde los dioses ancestrales tejían su trama en los hilos del tiempo. Entre ellos, Talking God, el Dios del Habla y la Comunicación, ocupaba un lugar primordial en el corazón de los nativos.

La tribu apache creía firmemente en la existencia de un ente sobrenatural que tenía el poder de dotar a los seres humanos con el don del habla. Había sido hace incontables eras cuando Talking God emergió de las entrañas de la tierra, su origen envuelto en el misterio. Se decía que poseía una voz tronante capaz de hacer temblar los cielos y que su sola presencia imponía respeto y reverencia.

El chaman de la tribu, Black Eagle, era el mediador entre los humanos y los dioses, y gozaba de una estrecha conexión con Talking God. En las noches estrelladas, se adentraba en la espesura del bosque, elevando sus rezos y súplicas hacia las esferas celestiales, buscando el favor del Dios del Habla y la Comunicación. A cambio, el chaman prometía rendir tributo y ofrendas en su honor, manteniendo viva la llama de la adoración.

Talking God, desde su morada invisible en lo más profundo del bosque sagrado, escuchaba las plegarias de su pueblo. Con su poder de comprensión universal, conocía los anhelos más íntimos de cada apache y comprendía sus inquietudes y miedos. Se decía que, si algún valiente lograba escuchar su voz, obtendría el don de la elocuencia, convirtiéndose en un hábil orador capaz de mover montañas con sus palabras.

Un joven apache, Running Wolf, anhelaba más que nadie ser agraciado por Talking God. Su corazón ardía con el deseo de ser el portavoz de su tribu, el mensajero de los dioses, capaz de mantener la unidad entre los clanes y transmitir la sabiduría ancestral a las futuras generaciones.

Una noche de luna llena, cuando la naturaleza parecía susurrar secretos ancestrales, Running Wolf se aventuró en lo más profundo del bosque sagrado. Empapado en temor y emoción, elevó sus súplicas hacia los cielos, implorando la atención de Talking God. Algo extraordinario sucedió entonces.

Una brisa cálida acarició su rostro, y un murmullo lejano se transformó en una voz profunda que resonaba en su mente. Las palabras de Talking God eran incomprensibles para los oídos humanos, pero la esencia de su mensaje llegó a Running Wolf de manera clara y contundente. Era como si los pensamientos fluyeran en su mente con una fluidez asombrosa, y su lengua se deslizara con una elocuencia inigualable.

Desde aquel día, Running Wolf se convirtió en el orador más destacado de la tribu apache. Su voz resonaba en las asambleas como un eco poderoso, y sus palabras eran escuchadas y respetadas por todos. La presencia de Talking God se hacía cada vez más evidente en su ser, y la sabiduría divina fluía a través de él.

La noticia de la conexión entre Running Wolf y Talking God se propagó más allá de los confines de la tribu apache. Otras tribus buscaron su consejo y protección, y el nombre de Running Wolf se convirtió en sinónimo de liderazgo y sabiduría en todo el territorio ancestral.

Sin embargo, la envidia y la codicia acechaban en las sombras, incluso en las tierras sagradas de los apaches. Algunos miembros de la tribu, celosos del favor divino otorgado a Running Wolf, comenzaron a sembrar dudas sobre su conexión con Talking God. Alegaron que había hecho un pacto oscuro con espíritus malignos y que su habilidad para hablar con el Dios del Habla y la Comunicación era una artimaña para controlar y manipular a la tribu.

Estas insidias llevaron a un peligroso cisma dentro de la comunidad apache. La lealtad de algunos hacia Running Wolf se debilitó, y surgieron facciones enfrentadas que amenazaban con dividir la tribu en pedazos. La armonía y la paz que habían caracterizado a los apaches durante siglos estaban en peligro.

Desesperado por restaurar la unidad y evitar la tragedia, Black Eagle, el venerable chaman, se adentró nuevamente en el bosque sagrado para buscar el consejo de Talking God. Rezó con fervor y determinación, implorando al Dios del Habla y la Comunicación que interviniera en la difícil situación que enfrentaba su pueblo.

Talking God respondió a la plegaria de Black Eagle con una voz atronadora que resonó en los corazones de todos los apaches. Reveló la verdad detrás de las acusaciones y disipó las sombras de la duda que habían nublado el juicio de la tribu. Con sabiduría divina, instó a sus hijos a unirse nuevamente en armonía y comprensión, recordándoles que la fuerza de su pueblo residía en la unidad y el respeto mutuo.

Las palabras de Talking God surtieron efecto en lo más profundo del alma de los apaches. La paz retornó a sus tierras, y Running Wolf fue reconocido una vez más como el portavoz de los dioses, su conexión con Talking God ahora reforzada por la comprensión y la humildad de su tribu.

Desde entonces, la figura de Talking God fue venerada con mayor fervor, y su poder para otorgar el don del habla se mantuvo como una bendición única entre los apaches. Su legado perduraría en las leyendas y la memoria de su pueblo, un símbolo de la importancia de la comunicación y la armonía en el tejido de la existencia humana.

Así, la mitología apache continúa viva, y el recuerdo de Talking God, el Dios del Habla y la Comunicación, perdura en las historias transmitidas de generación en generación, como un faro de sabiduría en la vastedad del tiempo y el espacio.

Fuente: Tedigoquien.soy