Ptah

Es con una mezcla de orgullo y modestia que me presento ante vosotros, queridos lectores, como Ptah, el dios de la creación y la artesanía, para compartir con vosotros las maravillas y desafíos que han tejido mi existencia divina en los reinos místicos del antiguo Egipto.

Desde mi nacimiento, supe que mi destino estaba entrelazado con el poder de la creación y el arte que dan forma al universo. Hijo del dios primordial Nun y de la diosa del cielo Nut, llevaba en mi esencia la herencia divina de moldear la materia y dar vida a las maravillas que pueblan el cosmos.

Como dios de la creación, mi presencia divina se extendía por todo el reino de los dioses y los mortales. Los artesanos y los constructores me veneraban como su patrón, solicitando mi guía y protección en cada obra y proyecto que emprendían.

Recuerdo con cariño una de mis aventuras más memorables, cuando fui convocado por los dioses para dar forma al mundo y a sus habitantes. Con mi ingenio divino, ideé un plan maestro para crear el cosmos y dar vida a los dioses y los mortales que lo poblarían.

La creación del mundo fue un acto de maravilla y magia, donde moldeé la tierra y el cielo, los ríos y los mares, las montañas y los valles. Con mi cincel divino, esculpí cada detalle con precisión y arte, asegurando que el mundo fuera una obra de perfección y armonía.

Pero mi obra maestra no se limitó a la creación del mundo. También di forma a los dioses y los seres mortales, otorgándoles características y habilidades únicas que los distinguieran y enriquecieran el cosmos.

La diversidad y la complejidad de la creación eran una prueba de mi habilidad divina, y me sentía complacido al ver cómo los dioses y los mortales se desenvolvían en el mundo que había dado forma con mis propias manos.

Como dios de la artesanía, también me destacaba en el mundo de los talleres y las obras de los hombres. Los artesanos y los constructores me invocaban en sus talleres, solicitando mi guía y mi inspiración para perfeccionar sus creaciones y obras maestras.

Recuerdo con cariño una de mis más grandes hazañas: la construcción de las grandes pirámides de Egipto. Con ingenio y precisión, dirigí a los artesanos y trabajadores en la edificación de estas majestuosas estructuras, que perdurarían en la memoria de la humanidad como símbolos de la grandeza y el ingenio del antiguo Egipto.

Pero mi figura divina también se convirtió en un símbolo de protección y guía para los mortales. Los constructores de barcos me invocaban antes de partir en sus travesías, confiando en mi protección para asegurar su regreso seguro a casa.

Asimismo, mi habilidad para dar forma y vida a la materia también se manifestó en el ámbito de la medicina y la curación. Los médicos y sanadores me invocaban para guiar sus manos y brindar alivio a los enfermos y heridos.

Con el paso del tiempo, mi figura divina se expandió más allá de las fronteras de Egipto, llevando mi nombre y mi legado a tierras lejanas, donde se me conocía como Ptah en Egipto, Hephaestus en la antigua Grecia y Vulcan en la antigua Roma.

En cada cultura y civilización, mi esencia divina adoptaba diferentes formas y atributos, pero mi propósito como dios de la creación y la artesanía permanecía inmutable, inspirando a la humanidad a buscar la perfección y la armonía en sus obras y creaciones.

Con el paso de los siglos, mi figura divina perduró en la memoria de la humanidad como el sabio artesano que moldeó el cosmos y dio vida a las maravillas que pueblan el universo.

Espero que mi relato os haya conmovido y cautivado, y que mi historia perdure en vuestros corazones como un recordatorio de la importancia de la creatividad y la excelencia en la búsqueda de la grandeza en nuestras vidas.

Con afecto,

Ptah, el dios de la creación y la artesanía.

Fuente: Tedigoquien.soy